En el artículo de hoy vamos a hablar del hormigón, nuestra materia prima, el elemento que hace posible el elaborar estructuras prefabricadas de todo tipo. Veremos cuál ha sido su trayectoria desde que se empezó a utilizar hasta nuestros días. ¡Comenzamos!
Primero le daremos un repaso a la propia palabra hormigón, ¿De dónde viene? Pues bien, la palabra hormigón procede del término formic? (o formáceo), palabra latina que alude a la cualidad de «moldeable» o «dar forma». También para denominar al hormigón se utiliza la palabra concreto, sobre todo en países de Latinoamérica. Según el diccionario de la RAE se define como americanismo, también originario del latín: procede de la palabra concretus, que significa «crecer unidos», o «unir». Como has podido observar, la propia palabra ya nos está revelando las cualidades más importantes del hormigón: su capacidad de ser modelado, de adaptación a casi cualquier forma, y la de ejercer como elemento de unión entre materiales.
Su primera utilización la hicieron los antiguos griegos, hacia el año 500 a.c., y los romanos también lo utilizaban, añadiéndole cenizas volcánicas o puzolánicas, o añadiendo a su masa materiales menos densos como trozos de cerámica dando lugar al primer hormigón aligerado de la historia. Los romanos construyeron, entre otros, la cúpula del Panteón de Agripa, la mayor durante muchísimos siglos.
Tras el Imperio Romano, el hormigón cae en el olvido y no es hasta el siglo XIX cuando se patenta el cemento Portland y aparece el primer prototipo del cemento moderno, cuando aparece el Clinker a partir de una mezcla de caliza y arcilla calcinada a alta temperatura. Por entonces ya se le daba al hormigón gran cantidad de aplicaciones, pero no presentaba la suficiente resistencia a flexión, tracción, torsión, o cortante, como sí lo hacía a compresión. Y es entonces, con la introducción de varas de hierro dentro de su masa como toma su origen el hormigón armado, atribuido al constructor William Wilkinson.
Llegamos ya al siglo XX, la era dorada del hormigón armado, donde comienza su auge como material de construcción gracias a los avances de la revolución industrial. Comienza entonces toda una corriente arquitectónica nueva, donde gracias al hormigón armado se cambia la manera de construir y de concebir los espacios: Le Corbusier, en su diseño de Casa Domino, propone una estructura donde ya no hay muros, se trata de una secesión de forjados y pilares de hormigón armado como elementos portantes, dando la posibilidad de tener fachadas diáfanas y plantas libres, con libre distribución interior, sentando las bases de la construcción moderna que tenemos en nuestros días.
Si bien el hormigón armado a supuesto en la historia de la construcción un salto cualitativo, también lo ha sido la prefabricación de elementos constructivos de hormigón armado u hormigón armado pretensado, mejorando aún más las ventajas de este material, como son la flexibilidad en el diseño, el mayor control de costes y plazos, un exhaustivo control de calidad, una mayor rapidez de ejecución y montaje, la gran durabilidad, resistencia al fuego, aislamiento acústico, gran seguridad en obra y la inexistencia de escombros, entre otras ventajas. Sin duda el mundo de la construcción está viviendo en estos momentos grandes cambios, nos movemos hacia la eficiencia, energética y económica, donde la modulación y la estandarización de elementos juega un papel fundamental, y donde los plazos de tiempo son cada vez más cortos pero sin dejar de lado la exigencia de calidad, durabilidad y condiciones de habitabilidad en las construcciones.